La
égloga es una composición poética, perteneciente al subgénero de la poesía lírica que
suele presentarse en forma de diálogo, como si fuese una muy pequeña pieza
teatral que consta tan solo de un acto.
Tradicionalmente,
los intérpretes son dos pastores que conversan acerca de la vida en el campo,
de sus amores o simplemente de las cuestiones que trae aparejada la vida allí.
El contexto, entonces, casi siempre resulta ser el campo de apariencia
paradisíaca, por lo que se extrae de los comentarios, y en el cual, además, la
música resulta ostentar un gran protagonismo.
Si bien la forma más común suele ser la del diálogo, también, la égloga puede aparecer como un monólogo pastoril, en tanto, será cuando se presenta en formato de diálogo cuando la misma logra formas menos puras, transformándose en una pieza de corte más dramático y teatral.
Si bien la forma más común suele ser la del diálogo, también, la égloga puede aparecer como un monólogo pastoril, en tanto, será cuando se presenta en formato de diálogo cuando la misma logra formas menos puras, transformándose en una pieza de corte más dramático y teatral.
La égloga
es una composición que cuenta con una larguísima trayectoria, fue creada allá
por el siglo IV A.C y luego con el correr de los años fue recibiendo distintos
aportes que obviamente desencadenaron el perfeccionamiento que hoy encontramos
de ella en diferentes obras. En
la época del imperio romano e
incluso durante elRenacimiento,
la égloga, fue una de las composiciones poéticas más representadas.

Salicio:

y al encendido fuego en que me quemo
más helada que nieve, Galatea!,
estoy muriendo, y aún la vida temo;
témola con razón, pues tú me dejas,
que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
Vergüenza he que me vea
ninguno en tal estado,
de ti desamparado,
y de mí mismo yo me corro agora.
¿De un alma te desdeñas ser señora,
donde siempre moraste, no pudiendo
de ella salir un hora?
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El sol
tiende los rayos de su lumbre
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre
paciendo
va segura y libremente,
cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina,
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
por montes y por valles, despertando
las aves y animales y la gente:
cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre

cuál con el sol presente
va de nuevo al oficio,
y al usado ejercicio
do su natura o menester le inclina,
siempre está en llanto esta ánima mezquina,
cuando la sombra el mondo va cubriendo,
o la luz se avecina.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
El soneto es
una forma
poética compuesta por catorce versos endecasílabos.
Los versos se organizan en cuatro estrofas:
dos cuartetos (estrofas de cuatro versos) y
dos tercetos (estrofas
de tres versos). Aunque la distribución del contenido del soneto no es exacta,
puede decirse que al primer cuarteto presenta el tema del soneto, y que el
segundo lo amplifica o lo desarrolla. El primer terceto reflexiona sobre la
idea central, o expresa algún sentimiento vinculado con el tema de los
cuartetos. El terceto final, el más emotivo, remata con una reflexión grave o
con un sentimiento profundo, en ambos casos, desatados por los versos
anteriores. De esta manera, el soneto clásico presenta una introducción, un
desarrollo y una conclusión en el último terceto, que de algún modo da sentido
al resto del poema.

En el siglo XIV son
muy importantes los sonetos amorosos de Dante
Alighieri, dedicados a su amada Beatrice Portinari, y recogidos en su libro Vita
Nuova. Pero el sonetista más influyente de la centuria es, sin duda, el
poeta Arezzo Francesco Petrarca, en cuyo Cancionero (Canzoniere)
el soneto se revela como la estructura más adecuada para la expresión del
sentimiento amoroso. A través de la influencia de Petrarca, el soneto se
extiende al resto de literaturas europeas.
Soneto I
Matilde, nombre de planta o piedra o vino,
de lo que nace de la tierra y dura,
palabra en cuyo crecimiento amanece,
en cuyo estío estalla la luz de los
limones.
En ese nombre corren navíos de madera
rodeados por enjambres de fuego azul marino,
y esas letras son el agua de un río
que desemboca en mi corazón calcinado.
Oh nombre descubierto bajo una enredadera
como la puerta de un túnel desconocido
que comunica con la fragancia del mundo!
Oh invádeme con tu boca abrasadora,
indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos,
pero en tu nombre déjame navegar y dormir.
Matilde, nombre de planta o piedra o vino,
de lo que nace de la tierra y dura,
palabra en cuyo crecimiento amanece,

En ese nombre corren navíos de madera
rodeados por enjambres de fuego azul marino,
y esas letras son el agua de un río
que desemboca en mi corazón calcinado.
Oh nombre descubierto bajo una enredadera
como la puerta de un túnel desconocido
que comunica con la fragancia del mundo!
Oh invádeme con tu boca abrasadora,
indágame, si quieres, con tus ojos nocturnos,
pero en tu nombre déjame navegar y dormir.

Oda: Una oda es una composición poética de
tono elevado, que trata asuntos diversos entre los que se recoge una reflexión
del poeta. Según el tema que se cante, puede ser religiosa, heroica,
filosófica, amorosa. En general se aplica a todo poema destinado a ser cantado. Se utiliza
también para hacer alabanzas a cualidades que poseen personas u objetos que el
poeta quiere destacar positivamente.
Antiguamente se cantaba con el
acompañamiento de un instrumento musical. En la Antigua Grecia donde
tiene sus principios, existían dos tipos de odas: las corales y las cantadas por una sola voz (monodia).
En la poesía castellana cultivaron este género Fray
Luis de León, Garcilaso de la Vega, Herrera, Quintana, Cienfuegos, Juan Nicasio Gallego, Espronceda, etc. y
en la poesía catalana es célebre la Oda a la nació catalana,
de Buenaventura Carlos Aribau.
Son famosas a su vez las odas de Ronsard, Víctor Hugo y Théodore de Banville en Francia, Abraham Cowley y John Gay en Inglaterra, Klopstock en Alemania, Manzoni y Bernardo Tasso en Italia; en Chile, las Odas Elementales de Pablo Neruda proyectan
una renovación del género para toda la literatura.
ODA AL TIEMPO



creciendo,
dentro de mí mi edad
andando.
El tiempo es decidido,
no suena su campana,
se acrecienta, camina,
por dentro de nosotros,
aparece
como un agua profunda
en la mirada
y junto a las castañas
quemadas de tus ojos
una brizna, la huella
de un minúsculo rio,
una estrellita seca
ascendiendo a tu boca.
Sube el tiempo
sus hilos
a tu pelo,
pero en mi corazón
como una madreselva
es tu fragancia,
viviente como el fuego.
Es bello
como lo que vivimos
envejecer viviendo.
Cada dia
fue piedra transparente,
cada noche
para nosotros fue una rosa negra,
y este surco en tu rostro o en el mío
son piedra o flor,
recuerdo de un relámpago.
Mis ojos se han gastado en tu hermosura,
pero tú eres mis ojos.
Yo fatigué tal vez bajo mis besos
tu pecho duplicado,
pero todos han visto en mi alegría
tu resplandor secreto.
Amor, qué importa
que el tiempo,
el mismo que elevó como dos llamas
o espigas paralelas
mi cuerpo y tu dulzura,
mañana los mantenga
o los desgrane
y con sus mismos dedos invisibles
borre la identidad que nos separa
dándonos la victoria
de un solo ser final bajo la tierra.